La divulgación teológica es algo maravilloso y beneficioso para la Iglesia en general, ya que hace accesible la teología a un gran número de personas y entornos. Pero, lamentablemente, consigo también trae algunos vicios. Uno de ellos es la conversación y discusión irreverentes de la teología, lo cual se observa especialmente en las redes sociales. En este artículo quiero llamar la atención con respecto a este mal comportamiento y hacer un llamado a corregirlo. Para ello me serviré de la exposición de Zacarías Ursino al tercer mandamiento del Decálogo: «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano» (Éxodo 20:7 [RVR1960]).
Ursino, en su exposición del tercer mandamiento, explica que lo que principalmente este mandamiento prohíbe es «el uso imprudente e inconsiderado del nombre de Dios»1The Commentary of Dr. Zacharias Ursinus on the Heidelberg Catechism, trad. G. W. Williard (Synod of the Reformed Churches, 2004), p. 950-51.. Normalmente por el ‘nombre de Dios’ entendemos los nombres o títulos con que Dios se ha revelado a lo largo de la historia redentora, como Jehová o Señor. Y aunque esto es correcto, también es cierto que ‘el nombre de Dios’ en las Sagradas Escrituras significa mucho más que los simples nombres o títulos. Ursino comprende cuatro significados para ‘el nombre de Dios’ en las Escrituras: 1) los atributos de Dios; 2) Dios mismo; 3) la voluntad de Dios; 4) la adoración de Dios. Lo interesante de esta significación de Ursino del nombre de Dios, es que las cuatro cosas en que la divide son parte de la definición de teología. La teología trata de Dios mismo, quién es Él, cuál es su voluntad y cómo debemos adorarle. O en pocas palabras, trata de Dios y sus obras.
Basados en lo anterior, podríamos muy bien reformular el tercer mandamiento de la siguiente manera: «No tomarás la teología de tu Dios en vano». Ahora bien, ¿qué significa tomar la teología en vano? Lo mismo que tomar el nombre de Dios en vano, lo cual Ursino explica como «usarlo ligeramente, falsamente y con reproche». Aquí me enfocaré en usarlo ligeramente, que para Ursino es «hacer uso de este en el habla y la conversación ordinarias».
Evidentemente, Dios no nos prohíbe en absoluto usar su nombre o hablar de teología, sino que nos prohíbe hacerlo de la manera descrita por Ursino: ligera o frívolamente en la cotidianidad. Esto suele lucir así en la vida ‘real’: estás con tus amigos hablando sobre fútbol, películas y música, o sobre sus cosas personales, pero repentinamente comienzan a hablar sobre la interpretación de un pasaje bíblico, o sobre cierta postura doctrinal, para luego retomar los temas previos de conversación. Desde luego, en medio de esta conversación se interrumpen entre sí, dejan preguntas sin responder, hacen chistes y saltan de una discusión a otra sin propósito y conclusión. Por otro lado, en la vida virtual, donde más prolifera el uso ligero de la teología, esto suele lucir así: memes ‘teológicos’; citas y frases innecesarias o inentendibles; interacción rápida e irreflexiva con el contenido teológico (como dar fugaces ‘likes’ a lo primero que se vea o leer por encima un post o un artículo), y lo peor: disputas teológicas interminables en páginas, grupos y perfiles, donde gana el que tenga mas ‘likes’, sobre temas trillados e innecesarios, movidas por la curiosidad, sin reflexión y análisis objetivos, sin lecturas caritativas del oponente, con insultos personales, sarcasmos, burlas y emoticones de ‘me da risa’. Estos ejemplos vívidos son claramente casos de violación del tercer mandamiento, ya que la teología es usada de forma frívola, pero también de manera inmadura y a veces hasta impía.
Además de la prohibición negativa ya vista, el tercer mandamiento, según Ursino, tiene implícito una ordenanza positiva, «que consiste en usar el nombre de Dios reverente, solemne, religiosa y honorablemente, y en no hacer mención de Dios o sus obras y revelaciones [teología] en nuestra conversación ordinaria, sino de una manera que corresponda con su majestad divina». Entonces, podemos y debemos hablar de teología, que es lo mismo que hablar de Dios, ya sea con nuestros amigos o en las redes sociales, pero esto debe hacerse con reverencia, o como dice Ursino, de una manera que corresponda con la majestad divina. Esto es hacerlo con reflexión, objetividad, sentido, caridad, honestidad, humildad y seriedad. Es hacerlo con un propósito piadoso, ya sea compartir el conocimiento, afirmar al débil en la fe, corregir un error pernicioso, resolver una cuestión difícil, etc. En fin, es hacerlo con el fin de glorificar a Dios y edificar al prójimo.
Los casos presentados de violación del tercer mandamiento son muy comunes, y lo sé no solo porque los he presenciado, sino porque yo mismo he sido participe de ellos. Ursino afirma que la violación de este mandamiento «es peculiarmente desagradable para Dios, y Él la castigará severamente». Esto puede verse en la amenaza que Dios añade al mandamiento: «No dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano». Ahora léela de esta manera: «No dará por inocente Jehová al que tomare su teología en vano». Debemos arrepentirnos por hablar ligeramente de teología. Para Dios no es un juego ni otro tema más de conversación. Es su ciencia. Es su conocimiento. Es su sabiduría. Es su revelación. Es su nombre. La teología es sagrada, o más bien sagradísima, así que démosle la reverencia que le corresponde en nuestro hablar cotidiano. No la deshonremos con nuestras frivolidades.